viernes, 19 de marzo de 2010

Caso Lucas Rebolini Manso: La muerte viaja en patrullero II

Leemos en nota de la Revista Veintitrés:

(...) El relato de “Osvaldo”, un testigo que quiso preservar su verdadera identidad, agrega una faceta que no había sido dada a conocer hasta este momento. La versión que se difundió en los medios indicaba que Lucas había salido desnudo de su casa y encontrado en un estado de sobreexcitación y delirio en Castex y Salguero, a quince cuadras de su hogar, el viernes 6 de febrero a la una de la mañana; que unos vecinos llamaron al personal médico y que fue trasladado al Hospital Fernández por una ambulancia. Osvaldo asegura que no es todo tan claro. Que Lucas llegó corriendo hasta ese lugar, que decía haberse escapado del Fernández, que aseguraba haber consumido mucha cocaína. Osvaldo cuenta que tenía una gasa y rastros de sangre, que cuando llegó la policía lo redujo a golpes, que le pisaron la cabeza contra el piso, que usaron una violencia innecesaria. Una testigo que trabaja en el Fernández confirmó esta versión a Veintitrés. A todo el dolor de esta muerte, entonces, se le agregan más enigmas. ¿Cómo llegó Lucas al Hospital Fernández? ¿Llegó por propia voluntad o fue llevado allí por un tercero? ¿Cómo es posible que una persona presa de un estado de exaltación psicotrópica se fugue desnudo y corra sin ser regresado al sanatorio por el personal médico o de seguridad? ¿Por qué usa golpes la policía al acudir a un llamado de ayuda de una persona desesperada? “Me di cuenta de que no era peligroso, sino alguien que necesitaba ayuda”, había dicho el encargado de un edificio de la cuadra desde la que Lucas fue llevado otra vez al hospital.“Estaba en la guardia y vi un hombre de espaldas. Me llamó la atención porque no tenía puestos los pantalones ni ropa interior –contó una emergentóloga que prestaba tareas esa noche en el Fernández–. Él iba subiendo la rampa por la que llegan las ambulancias. Vi que hizo un gesto como si se sacara una camisa. Quedó completamente desnudo. Un policía que estaba de custodia le gritó. Al escuchar el grito, el hombre salió corriendo. Nadie lo siguió.” La mujer quiso preservar su identidad. La solicitud de no dar a conocer nombres fue una constante entre las personas que aceptaron hablar con esta revista: por respeto a la familia, temor a perder su empleo o, peor, a represalias policiales."

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